El ramo de la novia es un complemento obligatorio y al que se presta mucha atención y cuidado en su elección. Pero ¿sabes cuál es el origen de su uso?
Te va a sorprender….
Según los historiadores, tanto en la Edad Antigua como la anteriormente a ésta (en la civilización egipcia, por ejemplo), los ramos de novia estaban formados por hierbas aromáticas (tomillo, menta, romero, laurel, etc.) que ofrecían protección contra los malos espíritus. Además, según se cuenta en algunos escritos referentes a esa época, el poder afrodisiaco que se le atribuía a ese conjunto de hierbas, hacía que los novios ‘se comieran’ el ramo…
En la oscura Edad Media, ya olvidados los hábitos de higiene de las culturas romana y árabe, algunos historiadores afirman que, lejos de simbolismos y búsqueda de protección, el ramo de novia tenía un carácter, digamos, práctico.
Los rigurosos inviernos de Europa y la Iglesia (que promulgó la idea de que el baño era pecaminoso e innecesario), consiguieron que los baños corporales se realizaran en contados día del año. Concretamente, en Mayo, con la llegada del buen tiempo.
Y puesto que las celebraciones de boda tenían lugar a principios de verano (junio –julio), parece lógico suponer que los olores corporales ya fueran considerables, por lo que las novias llevaban ramos de fragantes flores (principalmente, azahar) para disimular otro tipo de olores….
Ya en la edad moderna, en el siglo XIX, los ramos de novia se convirtieron en símbolos de ostentación. Cuanto más grandes, mayor imagen de poder. Fue también en esa época cuando surgió la moda de que los invitados se adornaran con flores (en el pelo, en la solapa, en los sombreros) y que las iglesias se ornamentaran con ramos y guirnaldas.
A principios del siglo XX, con la gran crisis mundial, se pone fin a la ostentación y surge un estilo más sencillo, natural y menos espectacular. Tendencia que ha continuado hasta la fecha.
Hoy en día, el ramo de novia es mucho más que un elemento religioso, tradicional, decorativo u oloroso. Es el sello de identidad de quien lo lleva: refleja sus gustos y personalidad.